lunes, 1 de enero de 2001

Lectura 4


Quince lecciones sobre Platon
Mario Vegetti
Madrid, Gredos, 2012.
280 págs.



Con la bibliografía sobre Platón desbordada permanentemente de títulos de todo tipo, lo que ofrece Vegetti es una nueva introducción a su pensamiento, lo que a primera vista podría parecer una aportación más. Y en realidad lo es en gran parte del libro, sino fuera por lo que nos dice en dos de sus capítulos (lecciones 4 y 5), que son los que me interesa en mayor medida comentar.


Ya en la introducción (lección 0) avisa de que su estudio pretende establecer un nuevo método de análisis de la obra platónica. En primer lugar, afirma una obviedad: que Platón entendía la filosofía como una interlocución constante con el lector, no como el ofrecimiento de un manual con un sistema acabado de pensamiento. Lo que entra en contradicción con otro de los presupuestos que mantiene:  establecer un criterio de sucesión de los diálogos siempre es arbitrario, ya que "es demasiado poco lo que sabemos de la vida de Platón para convertirla en el eje central de su indagación filosófica" (pág. 12), por lo que lo único que cabe es "una reconstrucción del trasfondo a partir del cual cobran forma las situaciones dialógicas" (pág. 13) . Ese carácter conversacional con el lector ¿no obliga a establecer con la mayor precisión posible la situación, los deseos, la coyuntura, el ambiente socio-político en el que ese interlocutor pensaba y vivía, y al que Platón ofrecía sus preguntas y respuestas?  El hecho de que no tengamos datos de la biografía platónica ¿invalida el estudio de su época y de la circunstancialidad de muchas de sus propuestas?

Con todo ello, Vegetti ofrece estructurar el pensamiento platónico en torno a una serie de núcleos temáticos que se mantienen constantes en su obra, "no la filosofía platónica, sino más bien los nodos en torno a los que ella va tejiendo su trama siempre mutable y renovada" (pág. 13). Hasta aquí la presentación teórica puede ser atractiva, pero vuelve a la ambivalencia: ¿cómo es posible fijar esos nodos si no es a través de una previa ordenación temporal que establezca una priorización y jerarquización de los temas? Esos nodos ¿no van surgiendo en un momento dado, debido a las propias circunstancias internas a  la construcción filosófica y externas históricas? ¿No estaremos ante el tópico sesgo retrospectivo?

La indagación del autor continúa con la formulación de una pregunta clásica en los estudios platónicos: ¿el pensamiento filosófico puede ser puesto por escrito?, ¿la escritura era para Platón un medio adecuado para expresar los contenidos medulares de su de pensamiento?  A mi modo de ver se trata de una pregunta mal formulada, pues la propuesta platónica se centra en averiguar si era posible utilizar la escritura para llegar a conseguir que el individuo viera su alma tal cual era realmente, y para transmitir lo que el alma contiene, directamente, literalmente, y lo que dialoga con otras.  Pero en la bibliografía actual la pregunta se deriva en mayor medida hacia la relación entre escritura y filosofía, un debate que suena demasiado a contemporaneidad (cómo deconstruir y construir gramáticas y metalingüísticas sin una metafísica fundamentadora), y no hacia la relación entre sujeto (ser contingente) y alma (ser en sí). Lo anímico-divino y lo yoístico-sensible deben vincularse hasta llegar a su identidad, y Platón se preguntaba en su obra no solo por la escritura y la oralidad, sino por todos aquellos medios educadores (la inspiración divino-poética, por ejemplo) que son en sí exteriores y extraños a lo anímico (racionalidad pura); y le interesaba su eficacia para la producción de ese objetivo. No dudaba de que había que escribir, sino de cómo hacer que la escritura hollara derechamente el alma, no solo el papiro; de cómo modificar con efectividad los contenidos anímicos donde reside la verdad de lo que se es. Lo que pretendía Platón era eliminar cualquier tipo de intermediación simbólico-lingüística en la comunicación autoanímica o interanímica. Y no solo es un problema que se plantee en relación con el lenguaje escrito, sino para el oral, para la intuición pura, para la pintura... y la conclusión fue que el mejor instrumento racional es el diálogo dialéctico.

En cualquier caso, Vegetti asume el debate bibliográfico tópico entre los oralistas-esotéricos y los antisistemáticos , concluyendo que en ambas posiciones existiría una parte de verdad, no resultando ninguna del todo convincente. Ahora bien, esta perspectiva intermedia resulta un tanto forzada y artificiosa. Vegetti asume las críticas que se han realizado contra el esoterismo, pero sus argumentos a favor del mismo carecen de consistencia. Según él, el oralismo se sostendría en el hecho de que era lógico que Platón "llevase a cabo experimentos mentales paralelos a los tematizados en los diálogos; la decisión de no ponerlos por escrito pudo deberse al hecho de que... parecían por el contrario aún demasiado provisionales y controvertidos para someterlos a la discusión...; o quizá también... el deseo 'socrático' de Platón de no mostrarse como un pensador dogmático" (pág. 88). De esta forma, los experimentos mentales serían una especie de boceto previo a la escritura donde se  fijaría el contenido definitivo, lo que, en realidad, no viene a dar al razón a los esoteristas, sino todo lo contrario, pues estos afirman que el verdadero conocimiento, la filosofía primera, solo podía ser un hecho oral y no escrito, y no un esbozo. Para Vegetti se da un hecho que justifica la utilización de la escritura:"la escritura filosófica parece pues justificada-cuanto menos en la función vicaria de sustitutivo en ausencia del diálogo 'vivo' y directo entre almas- por su responsabilidad pública, por su finalidad ético-política" (pág. 73), por la necesidad de fijar un modelo al que pudiera tener acceso cualquier persona fuera de su círculo académico o para los futuros ciudadanos. Por otro lado, Platón opta por la teatralización dialógica, lo que supone aceptar "el riesgo que moverse en el filo sutil que corre entre 'escribir en el alma' y escribir con la tinta" (pág. 76). El diálogo permite ese dejar como memoria el pensamiento, y al mismo tiempo, el legarlo como un dinamismo abierto al lector. Y esta vinculación con lo político sí que es capital en Platón y es la que da sentido a su escriturar para, a su emparentar lo que se es con lo que se produce políticamente.

En la lección 5 Vegetti comienza analizando las diferentes teorías/paradigma que durante el último siglo han constituido los modos interpretativos de los textos platónicos, y al igual que hemos visto anteriormente, propone una posición equidistante: "parece necesario, con el fin de desbloquear los atolladeros interpretativos de que hemos hablado, asumir el 'enfoque dialógico' en toda su radicalidad; esto es, sin debilitarlo con la hipótesis de que la filosofía platónica está situada en realidad al final, al inicio o detrás de los diálogos" (pág. 91). Lo que le lleva a enunciar una serie de reglas para leerlos:
1.- "Cierta autonomía relativa en cada uno de los diálogos, que no pueden ser leídos por acumulación como capítulos de un tratado sistemático y que dependen tanto de los respectivos contextos problemáticos cuanto de las situaciones culturales en que se ubican y de los interlocutores que aparecen en ellos" (pág. 92). Efectivamente, no son capítulos de un todo sistematizado, sino capítulos de un devenir que impide la sistematización, pero también es cierto que lo que pretendía Platón era su articulación y coherencia mediante un procedimiento constante de rvisiones que eliminara las posibles debiliades y tergiversaciones de su pensamiento (el Parménides y el Sofista, por ejemplo, en relación con la República).
2.- La autonomía de los personajes que "no son meros pretextos dispuestos para la refutación, por no decir burla... son en su mayoría testimonios de posiciones culturales, de tesis teóricas" (pág. 93).
3.- Y derivada de la anterior: "considerar a Platón como el autor de todos sus personajes... Por lo tanto, el autor Platón ha de ser reconocido en todos sus personajes" (pág. 93-94). De la comparación de estos dos puntos, cabría decir que si cada uno de los personajes representa una posición teórica real, históricamente rastreable, y que todos ellos pertenecen a Platón, a su vez, tendríamos que tener una herramienta para discernir qué es platónico (los nodos y sus modulaciones que Vegetti propone) y qué no, de entre aquello que Platón les hace decir contra él o a favor de él, cosa que nos llevaría a la necesidad de realizar un metódico análisis histórico para diferenciar al personaje y al filósofo real, con lo que el problema de la definición de lo platónico se trasladaría más fuera que dentro del discurso dialógico.

Vegetti propone "ensayar un itinerario intermedio, 'una tercera vía' entre un Platón socrático-escéptico y un Platón sistemático-dogmático. Tal itinerario debe seguir... las señales diseminadas en los diálogos que parecen indicar tal dirección" (pág. 94). Para ello realiza una clasificación temática, que en primer lugar poseería una serie de núcleos recurrentes, constantemente revisados y retomados (la teoría política de los libros IV y V de la República, y la teoría del alma). A continuación una serie de teoremas filosóficos que han obtenido el consenso de los compañeros de investigación de la Academia (la teoría de las ideas y la dialéctica). Y por último, indica otras constantes que "conciernen a un estilo de pensamiento más que a sus contenidos teóricos concretos (pág. 96): la polarización o el pensar dualísticamente todo lo atribuible al ser y al mundo, y también un sistema de mediación, que abre una posibilidad de comunicación entre las polaridades . A todo ello añade una serie de líneas características del pensamiento platónico, como su artificialismo, "la tendencia a pensar que el mundo, el saber, la sociedad, el hombre son en cierto sentido 'artefactos', productos posibles (y perfectibles) de una intencionalidad, de una función del alma transformadora que actúa sobre aquello que es mutable refiriéndose a un modelo inmutable y eterno" (pág. 97), y todo ello, teniendo en cuenta "las desviaciones, las variaciones, los cambios de perspectiva, las tensiones teóricas que se manifiestan también dentro de ese estrecho campo textual" (pág. 97). Pero todo ello resulta en cierta forma incompleto, pues afirmar  una linea analítica que se mueve por unas vías determinadas y, al mismo tiempo, abierta, sin especificar las direcciones divergentes, es un modo de desvirtuar ese cauce, de darle un espacio tan amplio que acaba diluyéndose. Delimitar en Platón unos elementos metodológicos y de pensamiento constantes nos puede llevar a interpretaciones de todo tipo, cuando a lo que nos enfrentamos es a un proceso en el que van apareciendo las temáticas de acuerdo con necesidades muy diversas y que luego pueden desaparecer u ocultarse. Viajar por todo ello requiere un enfoque evolutivo renovador y reconstructivo multidireccional que aquí no aparece, precisamente por su intento de resituarse en una tercera vía, que constituye una forma de mirar más hacia el platonismo que hacia Platón y su contemporaneidad.

La búsqueda de una tercera vía o paradigma es un objetivo en el que se empeña el interpretacionismo platónico. Francisco González ya lo había propuesto, mediante su consideración de la dialéctica como eje de toda la investigación platónica sobre la verdad. Un desarrollo que evoluciona a través del diálogo, reconociendo las limitaciones del lenguaje, de las imágenes, lo que impediría la constitución  de una teoría. Al respecto ya he expresado que me parece una discusión sin sentido. Todo pensamiento humano individual es evolutivo, procesual, y pretender establecer un soporte temático único que lo unifique y lo guíe, es negar la multicausalidad y multitematicidad del mismo. Los oralistas también son evolutivos en la medida en que tienen que explicar cómo las doctrinas no escritas se configuran y desarrollan. Es cierto que para Platón la escritura era deficitaria, pero por eso a lo largo de su vida intentó una y mil formas de variaciones escriturales (mitos, relatos narrativos como en el Timeo, imitaciones de oradores como en Fedro, o de formas dicursivas, como cuando en el Menéxeno reproduce un discurso fúnebre...), eso sí, siempre bajo el marco del diálogo, que es la superestructura formal que afirma o niega todas las demás. Una afirmación radical de lo dialógico, implica necesariamente lo evolutivo histórico, una sistematicidad que se pretende, y que se consigue siempre parcialmente, por lo que una tercera vía no resulta más que una forma derivada de las demás.

En resumen, un buen libro para conocer a Platón, pero una propuesta metodológica que no ofrece novedades reales, porque quizás habría que intentar no tanto buscarse un hueco entre las diferentes teorías interpretativas de lo platónico, sino abandonar el intento de generar paradigmas interpretativos demasiado fijos y unidireccionales, fuera del espacio epocal de Platón.



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