EL TEMA DEL ABORTO EN SUS ORÍGENES CRISTIANOS: el texto
bíblico, Flavio Josefo, Filón de Alejandría, la Didaché
El tema del aborto nos conduce a la pregunta por el concepto
de lo que llamamos persona y por tanto a la cuestión de cómo definir nuestra
identidad. Grecia había diferenciado en la persona un elemento de animalidad,
otro de sustancialidad racional y uno que les daba unidad a ambos como era el
de sujeto ciudadano, donde la polis era el ámbito de construcción del individuo
a través de un proceso educativo en el que irían apareciendo esos componentes
(feto no formado, feto formado, individuo paidético, ciudadano pleno). Con el
judaísmo y el cristianismo helenizados asistimos a una fusión de elementos
donde aquellos aparecerán subordinados a un nuevo componente de exterioridad
divina como agente creador y dador de sentido. Al situar el concepto de persona
como una derivación analógica con el concepto del sujeto Dios, ya no cabe
pensarla en toda su diversidad. Si a ello unimos la identificación/subordinación
entre religión e iglesia (creencia e institución), religión y Estado, entre ley
y dogma (justicia y fe), entre individuo y alma, el problema se traslada a
esferas públicas en donde lo privado deja de tener sentido.
Continuando con estas entradas sobre la concepción del
aborto, es hora de situarse en el origen de la discusión en el mundo cristiano
que arranca desde la misma Biblia, en un proceso de construcción conceptual, y
no precisamente de revelación divina,
que tomará muchos de sus elementos tanto del judaísmo como de la cultura
helénica, y que concluirá en posiciones claramente contradictorias con las
actuales. Si la posición en el mundo grecorromano había sido de aceptación por
razones demográficas, de subsistencia o de poder patriarcal, con el
advenimiento de la conjunción Estado/Iglesia la toma de decisiones se deriva
hacia un poder institucional dejando de pertenecer al individuo o la familia.
En la Biblia solo existe una cita sobre el aborto que se
encuentra en el Éxodo 21:22-25. Ahora bien, su traducción e interpretación han
sido diferentes según la versión del antiguo testamento que utilicemos. Veamos
una breve introducción que nos servirá para entender el texto del Éxodo.
La
versión bíblica más antigua conservada es la llamada Septuaginta[1], es decir, la traducción
de un texto desconocido de la Torá hebrea al griego llevada a cabo en
Alejandría durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-247 a.C.).
Posteriormente, se llegarían a traducir todos los textos del canon hebrero en
un largo proceso que duró hasta el siglo I d. C. La Septuaginta acabaría
convirtiéndose en la Biblia utilizada por parte del judaísmo helenístico (San
Pablo y los evangelistas, entre otros) y de los padres de la Iglesia.
El
canon de la Biblia hebrea estaría cerrado en el siglo I d.C. Es un proceso que
se había iniciado en el siglo VII a finales del periodo del primer templo (la
construcción del templo por Salomón data del 950 a. C.) y que iría en paralelo
con su historia y la de las instituciones sacerdotales de Jerusalén. El llamado
texto masorético fue el establecido en el siglo IX d. C. y es el que
actualmente suele utilizarse para las traducciones modernas del antiguo
testamento cristiano.
El
Pentateuco samaritano es otro de los textos más antiguos conservados. La ruptura entre samaritanos y judíos se
produciría cuando los primeros destruyeron el templo samaritano del Monte
Garizín en el 128 a. C., momento en el que se data la constitución del texto
bíblico. El canon samaritano no contiene ni acepta más que los cinco libros del
Pentateuco, y se trataba de una teología de exaltación de la figura de Moisés
que rechazaba toda la tradición posterior al Sinaí[2].
Los
manuscritos del mar muerto abrieron un nuevo sentido a la interpretación de los
textos bíblicos. Los textos del Qumrán se datan en un periodo que va desde el
s. III a.C. hasta el s. I a.C. El investigador Emmanuel Tov, uno de los
editores de los textos, ha propuesto que los escritos de Qumrán muestran las
siguientes variedades textuales:
•
Textos presamaritanos o palestinenses
•
Textos protomasoréticos o protorrabínicos, es decir la versión hebrea
primigenia de lo que después serán los textos masoréticos.
•
Textos de la supuesta Biblia hebrea que fue la base de la Septuaginta
•
Textos no alineados o libres aquellos que no pueden ser adscritos ni a la
Septuaginta, ni al Pentateuco Samaritano ni a la masorética.
•
Textos también libres, compuestos según la propia interpretación de los
escribas del Qumrán[3]
Con esta panorámica muy simplificada de
los orígenes de los textos del antiguo testamento podemos deducir que la Biblia
no se trata precisamente de un libro directamente revelado por Dios, sino que
recoge diferentes visiones tanto literarias como teológicas influidas por los
diferentes contextos en los que fueron redactados.