Siguiendo
con la serie de entradas sobre los autores antiguos y el tema del aborto abordo
hoy un autor de los que en los textos eclesiásticos (y no eclesiásticos) nadie
pone en duda su posicionamiento contra el aborto. Pero cuando se estudia
mínimamente su terminología y su obra en conjunto, y se pone en relación con
las teorías del feto formado y no formado, nos encontramos con que sus ideas no
distan mucho de otros autores ya vistos en este mismo blog: la afirmación de su
antiabortismo exclusivamente en relación con el feto formado. Cualquier
afirmación sobre el aborto en los filósofos y teólogos antiguos (y modernos) ha
de pasar necesariamente por valorar su posicionamiento en relación con las
etapas de formación del feto y con el concepto de persona. La defensa o no de
la vida no es una cuestión relevante, pues lo que está en juego es dónde
empieza la persona y por tanto el sujeto de derechos. Atenágoras representa un
buen ejemplo de cómo los análisis superficiales y adoctrinadores no dejan ver
la verdad de sus afirmaciones.
Atenágoras
fue un pensador cristiano de origen ateniense que vivió en el siglo II y que
por tanto se formó en la filosofía griega, lo que se demuestra por el hecho de
que firma su obra como «filósofo ateniense cristiano» y de que en sus textos se citan ideas y doctrinas de las diferentes
corrientes filosóficas de la época. Únicamente se han transmitido dos obras
suyas: Legación a favor de los cristianos (πρεςβεῖα περί χριστιανων) dedicada
«a los emperadores Marco Aurelio Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, arménicos,
sarmáticos y, lo que es máximo título, filósofos», y Sobre la resurrección
de los muertos, obra sobre la que se ha discutido mucho su autoría[1], pero se mantiene su
atribución a Atenágoras ante la falta de pruebas determinantes para negarla.