Continuamos
con otra entrada sobre uno de los padres de la Iglesia también muy citado por
los antiabortistas eclesiales. Veremos como su única frase contra el aborto en
realidad lo que esconde es una afirmación de la animación retardada
contrariamente a lo que se afirma sobre él.
Sobre
Clemente de Alejandría se tienen muy pocas noticias de su vida. Se conoce que
antes de llegar a Alejandría estuvo viajando por diferentes lugares de Grecia,
Jonia o Siria estudiando las diferentes corrientes religiosas y filosóficas. En
esa ciudad estuvo durante un periodo de tiempo comprendido entre el 180, cuando
sigue las enseñanzas de Panteno en su escuela catequética, en la que llegaría a
ser nombrado su director, hasta el 202 o 203, en que sale de ella huyendo de la
persecución de Septimio Severo. De esta última etapa solo sabemos que se
refugió en Capadocia y que su muerte debió de ocurrir sobre el 215.
Clemente
fue uno de los teóricos del cristianismo que como otros durante el siglo II se
ocuparon de defenderse de los ataques del paganismo y al mismo tiempo de intentar
constituir un sistema de creencias que pudiera competir con la tradición
filosófica grecorromana. La formación de una teología filosófica se erige así
en una de las tareas fundamentales de
los pensadores cristianos de la época, intentando abrirse camino entre el
judaísmo alejandrino y las diferentes filosofías helenísticas: medioplatonismo,
estoicismo, filonismo…
Antes de entrar a valorar su
postura ante el aborto es necesario entender en primer lugar su embriología y
las diferentes fases en las que la divide (ver Ardanaz, primera parte cap. 2):
1ª Fase espermática o también
llamada πλάσις (modelado) del embrión.
Durante esta fase se produce la formación de las partes del feto (Stromata VI 134-135) que es lo que
constituye el cuerpo como soporte del vivir biológico y que es regido por el
espíritu carnal. Este es el que provoca todos los cambios de esta fase. Esta plásis embrional corresponde a la
modelación con barro del cuerpo de Adán tal como es descrita en el Gen. 2:7.
Dentro de
esta etapa se da a su vez una serie de momentos diferenciados:
1.-
aceptación del esperma por parte de la matriz. En este sentido es el hombre el
que aporta todas las características la
naturaleza del futuro niño/a, mientras que la mujer aporta el simple
receptáculo.
2.-
el esperma se une con el residuo de sangre que queda después del flujo
menstrual y forma una especie de coagulación (Pedagogo. I 48, 1). La mezcla es denominada como διαμόρφωσις y el
efecto o coágulo como sustancia (οὑσίαν) del objeto formado (ibíd. 48, 2). Este
conglomerado líquido de aspecto lechoso «se convierte en sangre y después en
carne, condensándose en el útero por la acción del pneuma natural o caliente,
que configura el embrión y lo vivifica» (ibíd. 49, 1). Es el espíritu carnal el
que actuando sobre la mezcla de esperma y sangre irá constituyendo las
diferentes partes del embrión. Por esta potencia biológica el hombre tiene la
facultad de nutrición y de crecimiento, de automoción, pues la potencia
biológica pertenece al «pneuma carnal», que es ágil y móvil y todo lo penetra.
Por medio del pneuma «somático» el hombre siente, desea, goza, se alimenta,
crece (Str. VI 135, 3; 136, 1).
Nos encontramos en una fase en
donde lo que predomina es la mezcla entre ingredientes que tienen la misma
sustancia. La siguiente fase no puede realizarse mediante el mismo mecanismo
pues los dos agentes participantes (Dios/hombre) no tienen la misma sustancia
(Ardanaz, pág. 90)