domingo, 26 de marzo de 2017

Clemente de Alejandría y su concepción del aborto

Continuamos con otra entrada sobre uno de los padres de la Iglesia también muy citado por los antiabortistas eclesiales. Veremos como su única frase contra el aborto en realidad lo que esconde es una afirmación de la animación retardada contrariamente a lo que se afirma sobre él.


Sobre Clemente de Alejandría se tienen muy pocas noticias de su vida. Se conoce que antes de llegar a Alejandría estuvo viajando por diferentes lugares de Grecia, Jonia o Siria estudiando las diferentes corrientes religiosas y filosóficas. En esa ciudad estuvo durante un periodo de tiempo comprendido entre el 180, cuando sigue las enseñanzas de Panteno en su escuela catequética, en la que llegaría a ser nombrado su director, hasta el 202 o 203, en que sale de ella huyendo de la persecución de Septimio Severo. De esta última etapa solo sabemos que se refugió en Capadocia y que su muerte debió de ocurrir sobre el 215.

Clemente fue uno de los teóricos del cristianismo que como otros durante el siglo II se ocuparon de defenderse de los ataques del paganismo y al mismo tiempo de intentar constituir un sistema de creencias que pudiera competir con la tradición filosófica grecorromana. La formación de una teología filosófica se erige así en una de las  tareas fundamentales de los pensadores cristianos de la época, intentando abrirse camino entre el judaísmo alejandrino y las diferentes filosofías helenísticas: medioplatonismo, estoicismo, filonismo…

Antes de entrar a valorar su postura ante el aborto es necesario entender en primer lugar su embriología y las diferentes fases en las que la divide (ver Ardanaz, primera parte cap. 2):

1ª Fase espermática  o también llamada πλάσις (modelado) del embrión.

Durante esta fase se produce la formación de las partes del feto (Stromata VI 134-135) que es lo que constituye el cuerpo como soporte del vivir biológico y que es regido por el espíritu carnal. Este es el que provoca todos los cambios de esta fase. Esta plásis embrional corresponde a la modelación con barro del cuerpo de Adán tal como es descrita en el Gen. 2:7.

Dentro de esta etapa se da a su vez una serie de momentos diferenciados:

1.- aceptación del esperma por parte de la matriz. En este sentido es el hombre el que aporta todas las características la  naturaleza del futuro niño/a, mientras que la mujer aporta el simple receptáculo.

2.- el esperma se une con el residuo de sangre que queda después del flujo menstrual y forma una especie de coagulación (Pedagogo. I 48, 1). La mezcla es denominada como διαμόρφωσις y el efecto o coágulo como sustancia (οὑσίαν) del objeto formado (ibíd. 48, 2). Este conglomerado líquido de aspecto lechoso «se convierte en sangre y después en carne, condensándose en el útero por la acción del pneuma natural o caliente, que configura el embrión y lo vivifica» (ibíd. 49, 1). Es el espíritu carnal el que actuando sobre la mezcla de esperma y sangre irá constituyendo las diferentes partes del embrión. Por esta potencia biológica el hombre tiene la facultad de nutrición y de crecimiento, de automoción, pues la potencia biológica pertenece al «pneuma carnal», que es ágil y móvil y todo lo penetra. Por medio del pneuma «somático» el hombre siente, desea, goza, se alimenta, crece (Str. VI 135, 3; 136, 1).

Nos encontramos en una fase en donde lo que predomina es la mezcla entre ingredientes que tienen la misma sustancia. La siguiente fase no puede realizarse mediante el mismo mecanismo pues los dos agentes participantes (Dios/hombre) no tienen la misma sustancia (Ardanaz, pág. 90)

2º Fase de introducción del principio racional

El alma racional no es creada por la acción del esperma, sino que es añadida por el soplo de Dios, insuflada (emphysesthenai) de lo alto en la cara del hombre (Str. V 93, 4; Protrep. X, 98, 2-3). Esta cualidad se instala en todos los seres humanos, pero únicamente los creyentes alcanzarán la semejanza con Dios.

En los párrafos siguientes del Stromata San Clemente, siguiendo la numerología pitagórica, relaciona cada número con elementos de la teoría cristiana. El cap. XVI, donde como hemos visto aparece su teoría embriológica, había comenzado con el diez como la culminación de lo sagrado y del conocimiento. «También dicen que el embrión se perfecciona (ἁπαρτίζεσθαι, acabar) en el sexto mes… como refiere Polibio… y el filósofo Aristóteles» (VI 139.1).

En la misma obra afronta el tema de la calificación del feto como ser vivo (Str. VI, cap. IV) en el marco de un ejercicio epistemológico sobre las condiciones de toda búsqueda conceptual. Para ello pone el ejemplo muy común en la época sobre si el feto tiene o no vida. Ante todo hay que diferenciar los problemas a tratar, pues la confusión puede venir de una mala utilización de los términos. Lo que se busca es «si en la esencia del feto se da el poder moverse y si también tiene la capacidad de sentir. De esta manera la búsqueda se refiere a la actividad y experiencia de la esencia previamente conocida»

De esta forma la manera correcta de proceder sería en primer lugar preguntarse qué se entiende por ser vivo pues esta denominación puede ser aplicada tanto a las plantas como a los animales como a los humanos. Después de hacer un recorrido por diferentes filósofos y su concepto de ser vivo, concluye ««Ahora bien, si el que busca es preguntado sobre si el feto (τὸ κατὰ γαστρός, lo que hay en el vientre) es un ser vivo, y respondiera que llama ser vivo a lo que se alimenta y crece, obtiene la respuesta. Pero si afirmara que es eso lo que busca, si es sensitivo y se mueve o también su movimiento es conforme a un impulso, inmediatamente aparece clara la investigación del problema, sin que permanezca ya equívoco sobre el nombre» (Str. VIII 11, 2). Se ha delimitado por tanto que ser vivo tiene que entenderse lo que es sensitivo y se mueve (cambia) y cuál es el origen de ello (un impulso). Con ello se han planteado la esencia y su actividad, con lo que el nombre ya no da lugar a confusión pues se le ha asociado un contenido concreto.

El segundo paso es concretar qué se entiende por feto (τό κυούμενον, lo que se lleva en el seno) «o lo que se encuentra en el vientre (γαστρός), si le da a entender que seres vivos son los no configurados aún o el esperma mismo que ha sido depositado en el vientre, o únicamente los bien articulados y ya modelados, llamados embriones (ἔμβρυα)» (Str. VIII 12,2). Clemente hace aquí una precisión terminológica muy importante. Diferencia que lo que lleva la mujer en su interior puede ser entendido de tres formas: como lo no configurado, como esperma únicamente o como embrión. Tres estadios que nos ayudarán a entender la postura final de Clemente en cuanto al aborto,

El tercer paso es determinar la correspondencia entre lo que hemos definido como ser vivo y lo que se encuentra en el vientre. En este sentido está claro que nos referimos al embrión (Str. VIII 13,2) pues es el único que posee las cualidades asignadas previamente al ser vivo. Lo siguiente es delimitar si esas capacidades se encuentran en potencia o en acto y que qué medida afecta esto al embrión (Str. VIII 13,5). La conclusión es que un embrión no puede ser definido únicamente por el hecho de alimentarse y sentir sino también porque posee potencialidades que aparecerán más adelante.

Con  todo lo visto hasta el momento ahora toca pasar al único texto concreto en el que Clemente define su posición sobre el aborto. Un párrafo antes está afirmando que unirse sin buscar la procreación es un atentado contra la naturaleza y que el matrimonio tiene como fin fundamental la procreación y no «el evacuar el semen desordenadamente, acto contrario a la ley y a la razón» (Pedagogo II 95,3). Y a continuación prosigue: «Nuestra vida toda puede seguir su curso según los dictámenes de la naturaleza, si dominamos nuestros deseos desde un principio y si no damos muerte, mediante maléficas artimañas, a la progenie humana, nacida según los planes de la divina providencia. Porque esas mujeres que, en su afán de ocultar su mala conducta (πορνείας, prostitución, adulterio), usan fármacos abortivos, que expulsan una materia totalmente muerta (φθορὰν), provocan a la vez que el aborto del feto (ἐμβρύῳ), el de sus sentimientos humanos (φιλανθρωπίαν, amor a los hombres)» (II 96,1).

En primer lugar observamos que San Clemente no condena todo tipo de aborto sino exclusivamente el provocado por las mujeres que pretenden ocultar un adulterio o su excesivo apego a la sexualidad. Porneia es una palabra que expresa un concepto amplio (Clemente utiliza para el adulterio el término μοιχεία) e incluye todos los actos relacionados con lo sexual, la prostitución o incluso la idolatría (el culto a la materialidad). La razón de su reprobación tiene un doble sentido, por un lado condenar cualquier intento de torcer los planes divinos de conservación de la raza humana, de la naturaleza humana creada por Dios («es deseo del Señor que la humanidad “se multiplique”, pero no dice: “Mostraos impúdicos”, ni tampoco quiere que nos entreguemos a los placeres, como si hubiéramos nacido para el coito» II 95,2), y por otro lado, la condena de la sexualidad no dirigida a la procreación («el que fornica muere para Dios» II 100,1). Lo que indirectamente se está preservando es el dominio del varón sobre la familia y la mujer en la línea de la legislación romana o de pensadores como Filón y Tertuliano (consultar en este blog las entradas correspondientes). El varón necesitaba tener seguridad de que sus hijos eran suyos y el aborto provocado por la mujer era una prueba evidente de infidelidad (la mujer casada y casta ha de dedicar su vida a Dios y a su marido, II 109,4). Es el hombre el que lo aporta todo, «un hombre entero es arrancado en el transcurso de la pérdida seminal producida por la unión sexual» (II 94, 4), pues toda la persona que se constituirá en el vientre materno proviene del padre, de ahí que él asuma todo el poder y la autoridad sobre la madre y el hijo.

Por otro lado, hay que hacer notar su precisión terminológica. De acuerdo con las fases vistas anteriormente aquí únicamente condena la muerte del embrión y no la de las sustancias contenidas en las fases anteriores. Clemente diferencia perfectamente cuatro etapas: la de la plásis, la embrionaria, el recién nacido (nombrado como νεογνός, Pedagogo Ι 35,3; 59,3 o βρέφος, Ι 41,1)  y el paidós, niño pequeño. Lo que le interesa preservar es el feto ya configurado. De aquí que se concluya con la necesidad de la filantropía, definida por Clemente en otras partes de su obra como aquel impulso que mueve a actuar a favor de la salvación de los hombres en un sentido religioso y moral tanto por parte de Dios como de ellos mismos[1], y que aquí utiliza tanto desde esa perspectiva como con el de la subsistencia del hombre en un sentido poblacional.

¿Podemos deducir de todo lo anterior que Clemente apoyaba la animación retardada?[2] Es evidente que marcaba claramente la existencia de dos estadios en el desarrollo fetal, y también está claro que cuando habla de aborto se refiere al del embrión y efectuado por la mujer. De ello se deduce que su posición sería semejante a la de Tertuliano o a la de la interpretación del Éxodo 21:22 de la Septuaginta (ver entradas en este blog) en orden a aceptar un diferente castigo dependiendo de si el feto abortado estaba o no formado, mucho más leve en el último caso.


Bibliografía

Clemente de Alejandría. El pedagogo. Madrid, Gredos, 1988.
Clemente de Alejandría. Stromata VI-VIII. Vida intelectual y religiosa del cristiano. Edición bilingüe a cargo de Marcelo Merino, Madrid, Ciudad Nueva, 2005.
Clemente de Alejandría. Extractos de Teódoto. Éclogas proféticas. ¿Qué rico se salva? Fragmentos. Edición bilingüe a cargo de Marcelo Merino, Madrid, Ciudad Nueva, 2010.
Fernández Ardanaz, Santiago. Génesis y anagennesis. Fundamentos de la antropología cristiana según Clemente de Alejandría. Vitoria, Esest-Seminario Vitoria, 1990.
Rizzerio, Laura. «Le problème des parties de l'âme et de l'animation chez Clément d'Alexandrie», Nouvelle revue théologique, 1989, vol. 111, nº 3, pp. 389-416.





[1] Es lo que impulsa a Clemente a ayudar a los hombres hacia la piedad (Protréptico 3,2); es lo que mueve a Dios a guiar a los hombres hacia el bien y la justicia (Prot. 6,2); determina que Dios mueva al hombre hacia el conocimiento de la verdad (Prot. 85,3); el amor al hombre como símbolo de la piedad divina (Pedagogo I 70 1); es lo que le hace actuar en el mundo (Pedag. 93 2).
[2] Rizzerio (pág. 406) afirma que Clemente sería partidario de la animación inmediata,  puesto que consideraba al embrión como un ser vivo. Ahora bien, este autor no estudia la embriología clementina que como hemos visto diferencia entre dos fases en el desarrollo fetal. En la primera en la que el feto no es más que una mezcla y en la segunda donde sí que vemos a un ser vivo animado sensitiva y racionalmente. Entre otros utiliza el siguiente texto como prueba de la animación inmediata: «Un presbítero afirmaba que el embrión (lo que dice el texto griego es  τὸ κατὰ γαστρός, lo que hay en el vientre, que ya hemos visto que puede ser varias cosas) es un ser viviente. Cuando ha entrado el alma en la matriz, a partir de la limpieza [menstrual], se encuentra preparada para la concepción e introducida por uno de los ángeles protectores del nacimiento,…, y una vez depositada la semilla,…, hace habitable al espíritu en la semilla y de esta manera colabora en la modelación. Nombró un testimonio [como prueba] para todos. 2. Y cuando los ángeles dan la buena noticia a las [mujeres] que no han tenido hijos, de igual manera introducen las almas antes de la concepción, así, en el Evangelio, el niño saltó, como un ser viviente. 3. También las mujeres que no han tenido hijos son estériles por eso, pues si el alma, que es el fundamento de la semilla, no es introducida, lleva consigo el impedimento de la concepción y del nacimiento» (Éclogas proféticas 50.1). La introducción del alma en la semilla no se refiere al alma racional que confiere al embrión sus cualidades humanas sino a ese pneuma que es el que permite el desarrollo de la semilla tal y como hemos visto anteriormente. Por otro lado, la alusión al Evangelio es a Lucas 1:41 en relación al embarazo de Isabel, la prima de María, que se encontraba en el sexto mes, tal y como se afirma unos versículos antes (1:36).

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