sábado, 19 de mayo de 2012

San Agustín y el aborto

El tema del aborto va a constituirse de nuevo en debate social con las medidas que ha anunciado el gobierno del Partido Popular, que de hecho pretende recuperar el pensamiento moral católico del que es deudor. Por ello, me parecía necesario hacer un breve estudio sobre la noción del aborto en la tradición católica comenzando en esta entrada por San Agustín, que será el primero que fundamente la llamada animación retardada, concepción que tomará después Santo Tomás y que en el Concilio de Vienne del 1311/12, será aceptada por la Iglesia hasta el siglo XIX en el que se cambió a la animación inmediata, que es la que hoy en día sostiene. Lo que me interesa de todo ello sobre todo es el concepto de persona y de vida humana, el auténtico debate que muchas veces se soslaya para situarlo exclusivamente en el terreno sociológico o jurídico. La Iglesia no ha sostenido siempre la misma teoría que ahora defiende, y de hecho, la animación retardada está muy próxima a los que ahora defendemos la libertad de conciencia para que la mujer decida libremente abortar o no. La vida humana no es el ADN individualizado, sino la interacción del organismo y el medio social, es decir, percepción en un contexto determinado. El individualismo orgánico frente al individualismo socioorgánico. Pero veamos cómo lo afrontó San Agustín.

 Antes de entrar en este autor es necesario echar una ojeada a Aristóteles, ya que constituye la referencia fundamental que después utilizará la tradición católica. «En cuanto a la exposición (ἀποθέσεως, abandonar, apartar) y crianza de los hijos, debe existir una ley que prohíba criar a ninguno defectuoso; y en el caso de un número grande de hijos, si la norma de las costumbres lo prohíbe, que no se exponga a ninguno de los nacidos. Es necesario, en efecto, poner un límite numérico a la procreación. Y si algún niño es concebido por mantener relaciones más allá de estos límites, antes que surja la sensación y la vida, se debe practicar el aborto (ἄμβλωσιν), pues la licitud y la no licitud de éste será determinada (τὸ γὰρ ὅσιον piadoso, permitido en un sentido sagrado; καὶ τὸ μὴ, y lo contrario; διωρισμένον, delimitar) por la sensación y la vida (αἴσθησιν καὶ ζωὴν)»1. Aisthesis significa el conocimiento sensible, el primer momento de todo conocer, volcado sobre las cosas y no sobre los conceptos. Y en cuanto al concepto de vida, Aristóteles lo circunscribe al hecho puramente biológico: «Ahora bien, entre los cuerpos naturales los hay que tienen vida y los hay que no la tienen; y solemos llamar vida a la autoalimentación, al crecimiento y al envejecimiento»2. De esta forma, Aristóteles establece que lo piadoso o lícito es realizar el aborto antes de que haya vida, equiparada a sensación, en el marco del desarrollo del feto. La licitud viene dada por la tradición sagrada más que por la ley positiva (no utiliza el término nomos para ley).

 Lo que da la vida a los seres animados es el alma. Pero ¿qué alma? Aristóteles diferencia tres facultades del alma: la vegetativa, que es la que proporciona las funciones básicas, como el nacer, el nutrirse o el crecer; la sensitiva o motórica, en la que se enmarcan las sensaciones y el movimiento; y, por último, la intelectiva. En las plantas se da solamente la primera, en los animales las dos primeras y en los hombres las tres3. Para que algo se desarrolle es necesario que contenga en sí mismo aquello que le haga nutrirse y crecer («pero es necesario que se forme primero aquello que contiene el principio del crecimiento, pues, sea planta o animal, esa capacidad nutritiva está igualmente presente en todos»4). Por ello, las plantas tienen vida y la manifiestan a través de su proceso de desarrollo, los animales añaden a ello su capacidad de movimiento y los seres humanos suman a todas su intelección. De la misma manera, el feto en un primer momento posee la capacidad de su propio desarrollo, en un segundo momento se desarrolla su cuerpo hacia la fijación de sus capacidades motóricas y la constitución de todos sus miembros, y cuando ya está formado sobreviene la capacidad superior de la racionalidad. La persona surge cuando aparecen todas ellas.
Aristóteles establece el momento en el que el alma vegetativa comienza a actuar en el cuerpo. «Cuando las mujeres han quedado embarazadas, esto se deja notar sobre todo en los flancos, pues en algunas mujeres enseguida se ensanchan y el hecho es principalmente notable en las delgadas) y en la región inguinal. Ahora bien, en los embriones de sexo masculino, su movimiento se nota de ordinario más hacia la derecha alrededor de los cuarenta días. Y cuando se trata del embrión femenino a la izquierda y en torno a los noventa días.

 Sin embargo, el fenómeno está lejos de ser infalible: pues en muchas mujeres encintas de una hija, el movimiento se produce en el lado derecho, y a la izquierda para las que llevan un hijo. En realidad estas señales y otras de la misma naturaleza varían generalmente en más o menos.

 También hacia este momento el embrión (κύημα) empieza a definirse (σχίζεται, diferenciarse); en cambio antes es una masa de carne informe (ἄναρθρον, sin articulaciones, συνέστηκε κρεῶδες, carnosa). Se llaman “derrames” (ἐκρύσεις, desagüe) los abortos que tienen lugar durante los siete primeros días, y los que se producen desde entonces hasta los cuarenta días “pérdida de un hijo” (ἐκτρωσμοὶ, abortos)5. Y durante este periodo se producen la mayor parte de los abortos (διαφθείρεται, perecer, arruinar, τῶν κυημάτων, de los fetos).

 Pues bien, cuando un embrión del sexo masculino sale del vientre materno a los noventa días de ser concebido, si se echa en un medio cualquiera se disuelve y desaparece, pero si se lo introduce en agua fría, se cuaja dentro de una especie de membrana, de la cual, una vez desgarrada, aparece el embrión del tamaño de una hormiga grande: los miembros son visibles, así como todos los demás órganos y también el miembro viril; los ojos son grandes como ocurre en los demás animales.

 En cambio, todo feto de sexo femenino abortado dentro de los tres meses, aparece generalmente como una masa no articulada; pero si el embrión ha alcanzado el cuarto mes aparece ya diferenciado y rápidamente consigue articular el resto. Pues bien, mientras están en el interior del vientre materno, el feto hembra alcanza más lentamente que el varón el completo desarrollo de sus partes y exige más a menudo que el varón una gestación de diez meses.

 Pero una vez nacidos, las hembras franquean más rápidamente las etapas de la adolescencia, de la edad madura y de la vejez, y sobre todo las que han tenido un número mayor de partos»6

 El feto masculino está formado con todos sus miembros a los cuarenta días y el femenino a los noventa, es decir, las facultades vegetativas y sensitivas se encuentran presentes. «Hay que precisar si el ser que se forma en la hembra recibe una parte del esperma que ha entrado o no recibe nada; y respecto al alma, por la cual es llamado animal (es animal por la parte sensitiva del alma), hay que determinar si está presente en el esperma y en el embrión o no, y de dónde procede. Desde luego, no se podría considerar al embrión como inanimado y privado de vida en cualquier aspecto: pues los espermas y los embriones de los animales no están menos vivos que las plantas, y son fértiles hasta un cierto punto. En efecto, es evidente que poseen el alma nutritiva…. pero durante el desarrollo, también reciben el alma sensitiva, por la que son animales. Pues no llegan a ser al mismo tiempo animal y hombre, ni animal y caballo; y lo mismo pasa en el caso de los demás seres vivos, ya que el fin aparece en último lugar y el fin del proceso de formación es lo particular de cada uno»7. Lo particular del hombre es su racionalidad, lo que lo distingue del resto de seres vivos y solo se dará cuando están las anteriores facultades presentes. «Desde luego, no es posible que todas las facultades del alma existan previamente, y está claro por lo siguiente: todos los principios cuya actividad es corporal, es evidente que no pueden existir sin un cuerpo, como es imposible caminar sin pies. Así pues, también es imposible que estas facultades entren desde fuera. Pues ni pueden entrar por ellas mismas ya que son inseparables, ni tampoco entrar por medio de un cuerpo, dado que el esperma es un residuo del alimento en proceso de transformación. Queda, entonces, que sólo el intelecto se incorpore después desde fuera y que sólo él sea divino, pues en su actividad no participa para nada la actividad corporal»8. Aristóteles, siguiendo los presupuestos platónicos, se mueve entre un intelecto divino inmaterial, no ligado a la naturaleza humana, y un intelecto en acto que necesita del cuerpo y permanece en él para poder realizarse. Lo divino, la intelección como forma de autoconocimiento puro, penetra en el cuerpo, no a través de la materialidad espermática, sino cuando aquel está formado, pues necesita de la sensación y de la corporalidad para poder dotar a lo viviente humano de construirse en su finalidad, la capacidad de conocer las formas puras, de poseerlas en acto. Y como dice al final del texto el intelecto se fija necesariamente inmediatamente después que se dan las otras dos facultades, pues de lo contrario no podría constituirse como un ser humano (es decir, a los 40/90 días cuando las dos primeras facultades del alma se han formado).

 Vamos ahora a tomar varios textos de San Agustín para entender cómo afrontaba el concepto de persona desde el dualismo cristiano alma/cuerpo y con el precedente aristotélico visto. El concepto de hombre en San Agustín es muy claro: «el hombre no es el cuerpo solo ni el alma sola, sino compuesto de alma y cuerpo. Cierto, esto es verdad: el alma no es todo el hombre, sino su parte principal; ni el cuerpo es todo el hombre, sino su parte inferior. El conjunto de la una y del otro es lo que recibe el nombre de hombre»9.

Con ello veamos un texto escrito hacia el 419-420 en el que comenta el pasaje del Éxodo (21, 22)10 y que aparece dividido en dos partes claramente diferenciadas: «Si dos hombres riñen y hieren a una mujer encinta y nace su hijo no formado (non deformatus), el culpable será multado conforme a lo que imponga el marido de la mujer, y se lo dará mediante ruego11. A mí me parece que estas cosas se dicen por motivo de algún significado especial y no porque la Escritura se ocupe de hechos de esta naturaleza. Porque si la Escritura pretendiera que una mujer encinta, que hubiera sido golpeada, no se viera obligada a abortar, no pondría a dos hombres riñendo, puesto que un solo hombre podría ocasionarlo si reñía con la mujer, o aunque no riñera, si hiciera eso mismo queriendo causar daño a la descendencia de otro. Pues bien, el hecho de que el autor no haya querido que pertenezca al homicidio el parto no formado (non formatum puerperium noluit ad homicidium pertinere), demuestra que pensó que no era hombre lo que se lleva en el seno materno. Aquí suele plantearse el problema del alma, es decir, si lo que no está formado tampoco puede decirse que está animado (quod formatum non est, ne animatum quidem possit intelligi), y por tanto, que no sería un homicidio, puesto que no puede afirmarse que quede privado de alma un ser que todavía no tenía alma».

Varias circunstancias son las que especifica San Agustín en el caso expuesto en la Biblia: que se trata de causar daño a una mujer embarazada que afecta al feto obligando a su nacimiento prematuro, pero no provocando su muerte; que el feto es no formado; que la pena impuesta es de multa. De ahí deduce, siguiendo la estela de la interpretación propia del mundo heleno y de la aristotélica, que el feto no formado no es una persona, puesto que al ser obligado a nacer sin alma, no es castigado con el homicidio sino con una multa. El ser nacido no tiene la entidad suficiente para que el causante del hecho sea castigado con homicidio, siguiendo la ley del talión. San Agustín identifica lo no formado con lo no animado, es decir, lo que todavía no tiene un cuerpo constituido en todas sus partes con lo no dotado de alma, y, por tanto, de capacidad racional. El homicidio se comete sobre lo que posee cuerpo y alma, integrados y completos, es decir, sobre lo que ya es hombre o persona, pues como antes he indicado el hombre es la unión de ambos elementos. Animado significa dotado de alma.

En el párrafo que continúa es todavía más claro: «El texto sigue diciendo: Pero si estuviera formado, dará alma por alma. ¿Qué otra cosa significa esta última frase sino que «él mismo morirá»? Porque la ley impone esto mismo en los demás casos que menciona con este motivo: ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal, es decir, se aplicará la justicia del talión. Y esta ley se estableció para demostrar qué clase de pena se debía aplicar. Porque si no se supiera por ley qué clase de pena había que aplicar, ¿por dónde sabríamos qué pena quitaba el perdón para poder decir: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. La ley, efectivamente, pone de manifiesto a los deudores, para que cuando se perdona algo aparezca qué es lo que se perdona. Pues nosotros no perdonaríamos las deudas si no supiéramos por la ley lo que se nos debe a nosotros. Por tanto, si aquel parto ya había sido informe, pero estaba todavía de alguna manera animado sin forma (quodam modo informiter animatum) –porque el gran problema del alma no se ha de resolver precipitadamente con la temeridad de una sentencia no discutida-, la ley no ha querido que fuera un homicidio, porque todavía no puede llamarse alma viva la que está en un cuerpo que carece de sentidos (quia nondum dici potest anima uiua in eo corpore quod sensu caret), si está así en una carne no formada y, por lo tanto, no dotada de sentidos. No es fácil entender lo que se dice a continuación: Y se lo dará mediante ruego. Se refiere a lo que el marido de la mujer había determinado que se le diera, si el parto no era informe. La palabra ἀξίωμα, que tiene el texto griego, puede entenderse de varias maneras, y se ha traducido por mediante ruego de manera más aceptable que si se hubiera traducido de otro modo. Quizá el texto pedirá que se le dé para satisfacer a Dios de esa manera, aunque el marido o la mujer no lo pidan».

La ley del Talión pretende una simetría proporcional entre el delito y la pena. La ley expresa la magnitud del delito cometido y su sentido. De esta forma, si hay alma en el feto, la pena es la muerte, es decir, persona por persona; y si no la hay, la multa. S. Agustín establece una clara diferencia entre un parto informe, pero animado, frente a un parto formado y animado. Para que un alma esté «viva» y pueda ejercer su función, debe recibir información sensorial, debe poder ponerse en relación con el mundo, por lo que necesita el desarrollo pleno de la capacidad sensitiva en el cuerpo, o lo que es lo mismo, que esté formado. De ahí se deduce que en el momento en que el feto se presenta dotado de movimiento y de vida autónoma no puede ya considerárselo como parte de la madre sino como un ser diferenciado. Aquí además introduce una matización sobre el concepto de animar, pues admite que puede estar animado sin forma, sin cuerpo, es decir que tal y como aceptaba Aristóteles, el alma da la vida, como hecho biológico que proporciona la capacidad de crecimiento. Aparecen dos conceptos de animación: el feto formado y animado (con alma) que constituye al hombre, cuya muerte intencionada se paga con el homicidio; y el feto no formado, pero animado (con vida), cuya muerte se paga con multa. En este caso S. Agustín dice expresamente que «no puede llamarse alma viva la que está en un cuerpo que carece de sentidos», como dando a entender la existencia de un alma que todavía no ejerce sus funciones plenamente y que es previa a la del alma racional específicamente humana. Para entenderlo nos puede ayudar su concepto de los animales a los que adjudica también un alma: «Los animales demuestran amor a la paz de su cuerpo cuando esquivan el dolor, y a la de su alma cuando buscan el placer de sus apetitos para saciar su necesidad. Del mismo modo, huyendo de la muerte evidencian claramente cuánto aman la paz que mantiene unidos alma y cuerpo»12. Los animales poseen un alma irracional que les proporciona los mecanismos instintivos suficientes para procurarse salud, huida del dolor, y todo lo necesario para satisfacer las necesidades corporales. Lo que diferencia un animal de un hombre o a un feto no formado de uno formado, es el hecho de la racionalidad. Aquel no la recibirá nunca y este cuando sea capaz de sentir, de proporcionarle al alma los datos necesarios para su funcionamiento.

En otro texto San Agustín plantea una situación diferente, pues parte no de una agresión efectuada contra la madre embarazada, sino de una muerte natural del feto, y por tanto, de la posibilidad o no de que pueda resucitar: «Con la ayuda de la misericordia de Dios a mis esfuerzos voy a responder a las objeciones que, según mi exposición, plantean los contrarios. No me atrevo a pronunciarme por la negativa ni por la afirmativa de la resurrección de los fetos abortivos (abortivos fetus) que murieron en el útero después de haber vivido en él (cum iam vixissent in utero), aunque no veo razón por qué se los ha de excluir de la resurrección de los muertos si no están excluidos del número de los mismos. Una de dos: o no han de resucitar todos los muertos, quedando sin cuerpos para siempre algunas almas que animaron cuerpos humanos, aunque sólo fuera en el útero materno ( et erunt aliquae humanae animae sine corporibus in aeternum, quae corpora humana, quamvis intra viscera materna, gestarunt)13, o, si todas las almas humanas han de recibir al resucitar, los cuerpos que tuvieron mientras vivían en alguna parte y dejaron de morir, no encuentro razón para decir que no pertenecen a la resurrección de los muertos cualesquiera de ellos, aun los del seno materno. Pero tenga cada cual la opinión que tenga sobre éstos, lo que digamos sobre la resurrección de los niños nacidos ha de aplicarse también a aquéllos».14

San Agustín da aquí a entender que los fetos abortados, sin un cuerpo plenamente constituido, tienen derecho a la resurrección. Si han de resucitar todos los muertos, todos sin excepción, también es necesario que lo hagan los que murieron sin un cuerpo constituido, ya que gozaban de vida en el útero materno. ¿Cuándo podemos hablar de la existencia de un cuerpo mínimamente formado? Según S. Agustín el cuerpo se forma a los cuarenta y seis días, atravesando primero una etapa láctea, otra sanguínea y otra de solidificación de la materia, de modo que a partir de ahí hasta el final de la gestación simplemente se produce el crecimiento del feto15. Le otorga seis días más que Aristóteles, probablemente guiado por un sentido simbólico de los números. El número seis es figura del tiempo16. Cuarenta y seis multiplicado por seis es el tiempo que dura una gestación, según la duración de la del mismo Cristo17, tomada como paradigma.

¿Cuándo se constituye el cuerpo plenamente? Será fuera del útero materno. En el útero se funda como cuerpo con las sensaciones y los miembros primarios, pero su perfección la alcanza más adelante: «Esta clase de perfección de tal manera la tienen todos, que con ella son concebidos y nacen. Pero la tienen en exigencia virtual, no en la cuantidad (sed habent in ratione, non in mole); como los mismos miembros están todos latentes en el semen, aunque cuando nacen les falte algunos detalles, como los dientes y algún otro semejante. En esta exigencia de cada uno, impresa en la materia corporal, ya parece en cierto modo comenzado lo que todavía no existe, aún más, lo que está oculto, pero que con el tiempo existirá, o más bien aparecerá»18. Precisamente será la edad de treinta años, la que establecen los sabios, la misma a la que llegó Cristo, la que culmina el desarrollo corporal, y a partir de ahí el hombre se dirige hacia el declive físico.19

En otra de sus obras se vuelve a hacer la misma pregunta, ¿resucitarán los fetos abortivos?, con una respuesta semejante: «Aquí, en primer lugar, se ofrece la cuestión acerca de los abortos, que ya de algún modo han nacido en los senos de sus madres, pero aún no de tal modo que pudiesen renacer. Si dijéramos que todos han de resucitar, podría tolerarse esta aserción refiriéndonos a los ya formados; pero a los aun no formados, ¿quién no se sentirá más inclinado a creer que perecerán, como gérmenes que no fueron fecundados (sicut semina quae concepta non fuertin?) Pero ¿quién se atreve tampoco a afirmar que la resurrección hará que se complete lo que faltó a su disposición corporal (ut quidquid formae defuit impleatur?). Y de este modo no se echará de menos la perfección, que el embrión habrá obtenido con el tiempo (quae accesurus erat tempore), como tampoco tendrá los defectos que le hubiera acarreado el tiempo; de modo que ningún individuo se verá defraudado en aquello conveniente y proporcionado que habría adquirido con la edad, ni tampoco afeado en lo que de adverso y contrario la edad hubiese ocasionado, sino que se dará estado perfecto a lo que aun no lo era (sed integratur quod nondum erat integrum), del mismo modo que será restaurado lo que se había viciado».20

En el siguiente capítulo del mismo texto no se pronuncia sobre el momento en que empieza a vivir el hombre en el seno materno, pero sí admite que tiene vida: «Podía investigarse y disputarse con toda escrupulosidad entre los doctos, y no sé si se podrá descubrir, cuándo empieza el hombre a vivir en el seno materno (in utero vivire), y si hay una vida imperceptible que aun no se manifiesta por la actividad del ser vivo (sit quaedam vita et occulta quae nodum motibus viventis appareat). Porque decir que aun no han vivido (nam negare vixisse puerperia) los partos cortados y extraídos en trozos del útero materno para que las madres no mueran, si, una vez muertos, no se les saca, parece demasiado atrevimiento. Desde que empieza el hombre a vivir (ex quo autem incipit homo vivire), desde ese mismo momento ya puede morir; mas el muerto, en cualquier lugar y tiempo en que le haya sobrevenido la muerte, no puedo alcanzar por qué no ha de pertenecer a la resurrección de los muertos21».

La disputa sobre cuándo empieza la vida es compleja y discutible, ya que no es posible establecer el momento en que se produce, si no es a través de una manifestación que se pueda detectar externamente, pero lo que San Agustín afirma es que no se puede negar que han vivido de alguna manera los fetos extraídos prematuramente para salvar la vida de la madre una vez han fallecido durante el embarazo. No se puede saber la forma exacta en que el alma vivifica la materia, pero es innegable que tiene vida, ya que crece y se desarrolla.22

De todo lo expuesto se deduce claramente que S. Agustín afirmaba la existencia de dos momentos en el desarrollo del feto, una etapa informe y otra formado, cuya frontera se producía a los cuarenta y seis días. Una vez se ha desarrollado/formado el cuerpo, o constituido por los elementos fundamentales para afirmar que vive/siente, se desarrolla la siguiente facultad del alma, la intelectiva, con lo que la persona se constituye. El aborto igualmente es conceptuado penalmente en función de estas etapas, castigándose, respectivamente, con multa u homicidio. Posteriormente, Santo Tomás recogería estas teorías, y tomando como fuente de una forma más precisa a Aristóteles, establecería el concepto de animación retardada que mantuvo la Iglesia hasta el siglo XIX. Pero esas son otras historias que espero tratar en otras entradas.

 Bibliografía general
 GALEOTI, Giulia. Historia del aborto. Buenos Aires, Nueva Visión, 2004.
 HURST, Jane. La Historia de las ideas sobre el aborto en la Iglesia Católica. Lo que no fue contado. Montevideo, Católicas por el derecho a decidir, 1992.


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[1].Política VII 16, 15, 1335b15.Traducción de Manuela García para B. Clásica Gredos.Volver
[2]Acerca del Alma II 412a14. Traducción de Tomás Calvo para B. Clásica Gredos.Volver
[3]Un estudio breve sobre la psicología aristotélica en Giovanni Reale, Introducción a Aristóteles, Madrid, Herder, 2003, cap. IV.Volver
[4]Arist. Reproducción de los Animales 735a15, 741a1. Traducción de Ester Sánchez para B.C.G.Volver
[5]En realidad lo que distingue Aristóteles es entre dos tipos de traumatismos: un derrame y una herida. Él emplea dos tipos de palabras para hablar del aborto, por un lado ἅμβλωσις (utilizada en Política) que proviene de ἁμβλύς, débil, blando; y, por otro lado, ἐκτωσμός ο ἔκτρωσις, que provienen de τρῶσις, herida, que es la que aquí emplea. La frase completa en este texto en griego es: καλοῦνται δ’ ἐκρύσεις μὲν αἱ μέχρι τῶν ἑπτα ἡμερῶν διαφθοραί, ἐκτρωσμοὶ δ’ αἱ μεχρί τῶν τετταράκοντα. Una traducción más literal podría ser: «se llaman derrames cuando se aborta (διαφθείρω, destruir, arruinar, abortar) a los siete días y desgarramiento cuando se producen hasta los cuarenta días». El aborto es tratado en cuanto a su forma de manifestación, como evacuación y como desprendimiento por herida.Volver
[6]Investig. sobre los animales VII, 3 583a35-583b30. El periodo de 40/90 días era una creencia médica generalizada. Uno de los médicos más reputados de la época, Diocles de Caristos, sostenía la misma idea (Van Der Eijk, Philip J. Diocles of Carystus: A Collection of the Fragments With Translation and Commentary. 2 vol, Brill, 2000-2001, frag. 44, pág. 91, vol. 2). Vivió entre el 400/300 y estuvo familiarizado con las ideas de Platón y Aristóteles (Ídem, vol. 1, págs. xxxiii-xxxiv). Igualmente ver de Hipócrates, Aforismos V, 48; Sobre el feto del séptimo mes, VII, 442 Littré.Volver
[7]Reprod. de los animales II, 3 736a25-35.Volver
[8]Reprod. de los animales II, 3 736b20-30.Volver
[9]Obras completas de S. Agustín XVII. La Ciudad de Dios (2.º). Madrid, BAC, 2004. Libro XIII, 24, 2, pág. 54.Volver
[10]Cuestiones sobre el Heptateuco. Traducción de Olegario García para la edición bilingüe de la Biblioteca de Autores Cristianos, Obras completas de San Agustín XXVIII. Escritos Bíblicos (4.º), Madrid, 1989; 2, 80; págs. 236-238. La cursiva es de la traducción. Los textos latinos, introducidos por mí.Volver
[11]San Agustín toma como fuente la versión griega de la Biblia de los Setenta que interpreta, de acuerdo con los presupuestos helénicos, el texto hebreo, donde se dice si el niño naciera «sin daño» y no «no formado» (μη εξεικονισμενον). Ver Constancio Palomo. Doctrina de San Agustín sobre la malicia del aborto, y su influencia en la disciplina penitencial de la Edad Media, Salamanca Univ. Pontificia, 1959, pág.119-120.Volver
[12]La Ciudad de Dios XIX 14, pág. 592.Volver
[13]La traducción puede ser confusa. Gesto significa, transportar, y también criar, engendrar, tener. La frase sería más exacta como «existirán algunas almas sin cuerpo eternamente, aquellas que, aunque en el vientre materno, tuvieron cuerpos».Volver
[14]La Ciudad de Dios. Libro XXII, 13, págs. 895-896.Volver
[15]Constancio Palomo, op. cit., pág. 131. Cita la Quaestio 36, de la obra agustiana De diversis quaestionibus 83.Volver
[16]Stma Trinidad IV 4,7. Obras Completas de San Agustín V. Escritos apologéticos (2.º):La Trinidad. Madrid, B.A.C.Volver
[17]Idem, Libro IV V,9.Volver
[18]La Ciudad de Dios. Libro XXII, 14, pág. 896-897.Volver
[19]La Ciudad de Dios, Libro XXII 15, pág. 898.Volver
[20]Enquiridion. Obras Completas de San Agustín,IV. Escritos Apologéticos (1.º). B.A.C., Madrid, 1948, cap. 85, págs. 585-587.Volver
[21]Ídem, cap. 86.Volver
[22]La vida para S. Agustín, igual que para Aristóteles, es definida primariamente como movimiento y sensación. «Para él la percepción sensorial es prueba evidente de vida y gracias a ella se reconoce la vida en un sujeto» (Rafael Amo Usanos. El principio del ser humano en Ireneo, Orígenes, S. Agustín. Tesi Gregoriana. Serie teológica 148, Roma 2007, ver el cap. IV, El principio vital del ser humano en Agustín, pág. 85). En este mismo texto se recogen una serie de citas que apoyan esta idea, siendo especialmente significativa la extraída de la obra De Génesis ad Lit. VII, 16,22:«Me parece que se dijo:”Fue hecho el hombre en alma viva” porque comenzó a sentir en el cuerpo, lo cual es indicio clarísimo de carne animada y viviente» (pág. 86). La imposibilidad de conocer los mecanismos internos de la vida la expresa también en otro texto. Del Alma y su Origen: «¿Y piensas que sin una revelación especial de Dios puede el hombre conocer cómo comenzó a vivir en el seno materno, sobre todo si desconoce la naturaleza humana hasta el punto de que no sólo ignore su constitución íntima, sino también los fenómenos externos que produce? ¿Me enseñarás, pues hijo muy amado, a mí o a cualquier otro, cómo aparece la vida en los nacidos, tú que ignoras hasta ahora cómo se mantiene en los que viven, de modo que inmediatamente mueren si les falta un poco de tiempo el aire que los sostiene? ¿Me enseñarás a mí o a otro cualquiera, cómo reciben los hombres la vida, tú que ignorabas de qué se llenan los odres cuando son inflados?» (B.A.C. Libro IV IV, 5, pág. 911).Volver

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