lunes, 24 de junio de 2013

Tertuliano y su visión del aborto

Dentro de esta pequeña historia del aborto (o del concepto de persona) por capítulos que estoy abordando en el blog, Tertuliano (ca. 160-ca. 230) para muchos «defensores de la vida», es uno de los primeros autores que adoptaron claramente una postura antiabortista. Dos de sus obras son las que centran el tema. El Apologético está fechado en el 197 y constituye uno de sus primeros escritos en el que sale en defensa de los cristianos. Por el contrario, el tratado de Acerca del alma corresponde a su periodo en el que se haya influenciado por el montanismo. La imagen deformada que ofrecen los antiabortistas procede de un texto del primer libro, que en realidad únicamente nos transmite una parte de su construcción sobre la vida humana y su origen.

El texto en cuestión aparece enmarcado en un pasaje en el que el autor se está defendiendo de la acusación del crimen ritual de infanticidio que los paganos esgrimían contra los cristianos. Para ello aporta diversos argumentos. Por un lado, desautoriza la forma en la que se ha propagado: «la fama sea el único testigo de los crímenes de los cristianos» (VII, 14), en ningún caso basado en hecho reales. Por otro lado, señala la contradicción que supondría con la doctrina cristiana, pues si los cristianos persiguen la vida eterna, ¿cómo es posible conseguirla con estos crímenes? (VIII, 4). Y por último, pretende demostrar que en realidad lo que se atribuye a los cristianos forma parte de las costumbres paganas (IX, 1). De esta forma, en África inmolaban niños a Saturno (IX, 2), lo que fue prohibido por los propios romanos, manteniéndose en secreto desde entonces. Expone cómo los mismos padres ofrecían de buen grado a sus hijos al sacrificio (IX, 4). Tertuliano afirma aquí que «es grande la distancia entre el parricidio y el homicidio (et tamen multum homicidio parricidium differt)» (IX, 4). A continuación cita sacrificios a dioses provenientes de homicidios: hombres adultos entre los galos a Mercurio (IX, 5), un condenado a las fieras a Júpiter (IX, 5), igualmente reprobables, aunque se justifiquen por razones religiosas o de justicia, pero «tratándose de un infanticidio, poco importa si se comete por un motivo religioso o por capricho», y a renglón seguido critica la práctica de la exposición de los recién nacidos que consistía en que si el padre no aceptaba al niño se le abandonaba («ahogarlos en el agua o abandonarlos al frío o al hambre y a los perros» IX, 7) . Lo que viene a decir Tertuliano es que el infanticidio es reprobable en todo caso, tanto en su aspecto ritual como familiar, por el hecho de que se ejecuta sobre un ser que no ha vivido, que no ha podido hacer mal a nadie (VIII, 2), mientras que el homicidio, aunque también censurable, se ejecuta sobre una persona madura, lo que viene a «atenuar» el daño.

Después del texto sobre el aborto Tertuliano continuará comparando las costumbres disolutas de los paganos frente a la de los cristianos. Aquellos practican el estupro, el incesto, el adulterio, mientras que no se dan entre estos, gracias «a una castidad sumamente vigilante, pronta y fiel» (IX, 19-20). Todo en parte causado porque los paganos no dan culto a dioses sino en realidad a hombres divinizados (XI, 14), y en función de ello castigan y repudian a los cristianos. Tertuliano presenta un resumen de la fe cristiana y su superioridad con respecto al resto de creencias existentes en el imperio romano, su Dios único está por encima de las otras formas divinas y las subsume a todas.

En este contexto comparativo y de exaltación cristiana presenta su postura sobre el aborto. Según Tertuliano los cristianos no solo defienden la vida de los nacidos sino que incluso la de los no nacidos. Lo que pretende es dejar muy claro que la exigencia moral del cristianismo es muy superior a la del paganismo y que además sostiene unos principios metafísicos que han de ser perfectamente coherentes con la conducta de cada uno de sus seguidores: «En cambio a nosotros nos está prohibido de una vez por todas el homicidio: no está permitido destruir a un no nacido mientras todavía la sangre se retira para formar un nuevo hombre . Es una anticipación de homicidio el impedir un nacimiento, y no hay diferencia entre arrebatar una vida nacida o impedir el nacimiento. Hombre es también el que va a serlo; también todo fruto está ya en la semilla (nobis vero semel homicidio interdicto etiam conceptum -contenido, feto, fruto- utero dum adhuc sanguis in hominem delibatur -disminuir,quitar-, dissolvere -disolver, separar- non licet. Homicidii festinatio est prohibere nasci, nec refert natam quis eripiat animam an nascentem disturbet. Homo est et qui est futurus; etiam fructus omnis iam in semine est) » (IX, 8).
La negación del aborto es completa, no se puede impedir ningún nacimiento. Y se corresponde con el tono general de defensa cerrada del cristianismo frente a los ataques infundados y mentirosos de los paganos. Pero a partir de aquí hay que ir precisando su concepto de persona. Es importante señalar el concepto de homicidii festinatio (anticipación de homicidio). El homicidio es un acto que se perpetra sobre personas, por lo que en este caso es un adelanto, ya que el feto, como veremos, no llega a esa categoría. Además juega con dos nociones, fruto y semilla, basados en los conceptos de potencia y acto aristotélicos (desarrollados en Metafísica IX). En la semilla se contiene una forma de ser de la cual decimos que está en potencia precisamente en función de lo que es en acto. Una semilla en acto es semilla y en potencia árbol, y la semilla en potencia es árbol y no otro objeto porque en acto es semilla. La relación entre ambos estados es puramente material y ese materialismo al definir el alma como corpórea provocará que la noción de Tertuliano del aborto se abra a una concepción formalista del ser humano. 

En el Apologético Tertuliano radicaliza su postura, frente a los ataques y la persecución extremos de los paganos. No olvidemos que su libro está dirigido a los gobernadores romanos del imperio, por tanto, lo que pretende es que las causas judiciales abiertas contra los cristianos sean tratadas en igualdad de condiciones que los otros delitos, que el procedimiento esté basado en el conocimiento del hecho y no en los prejuicios (II, 4), o en la falta de pruebas (II, 19), en la confesión por tortura… Además, lo que pretende Tertuliano es dar la vuelta a los argumentos paganos: «además de refutar las acusaciones que se nos hacen, las voy a volver en contra de los mismos que las hacen, para que de aquí en adelante se sepa que no existen en los cristianos culpas de las que ellos mismos se saben culpables» (IV, 1). Su obra es claramente combativa y exaltada. Lo cristiano ofrece un mundo de creencias diametralmente opuestas a lo pagano.

¿Cómo tenemos que entender este texto? ¿Por qué muchos comentaristas del tema del aborto olvidan el resto de la obra de Tertuliano donde especifica su concepto de persona? Para todo ello tenemos que acudir a su libro De anima.

Para Tertuliano alma y vida se identifican, por lo que el principio y el final de ambas será el mismo. «Juzga, pues, por el final el principio; si la muerte, no determina otra cosa sino la separación del alma y del cuerpo (disiunctio corporis animaeque), la vida, al contrario que la muerte no se definirá de otro modo que como la unión del cuerpo y del alma (contrarium morti uita non aliud definietur quam coniunctio corporis animaeque). Si la separación de ambas sustancias acaece simultáneamente por la muerte, igualmente debe estar esto dispuesto en ambas sustancias en cuando a la forma en la unión que se produce simultáneamente con la vida (hoc debet coniunctionis forma mandasse pariter obuenientis per uitam utrique substantiae)» (Acerca del alma XXVII, 2). La semilla desde el mismo momento que se instala en el útero comienza un proceso de desarrollo que manifiesta claramente el hecho mismo de que vive, luego tiene alma. La carne por sí misma es inerte, solo el alma la vitaliza. El dualismo define el concepto de vida y de muerte, pero no estamos todavía ante la definición del concepto de persona, sino de la demarcación de los límites de la existencia humana como hecho biológico. «Existe la vida desde la concepción, ya que defendemos que aparece el alma desde ese momento; así pues hay vida donde hay alma» (XXVII, 3) .

¿Quién da la vida? El alma es un soplo del espíritu de Dios, «soplando (flantem) en el rostro del hombre aliento de vida (flatum uitae), le hizo alma viviente» (XI, 3) . Todo ello en consonancia con lo establecido en la Biblia donde «soplar» se utiliza por asimilación con el hecho de la respiración, que es sinónimo de vida: «Entonces Dios formó al hombre del lodo de la tierra, e inspiróle en el rostro un soplo de vida y quedó hecho el hombre, ser con alma viviente» (Génesis 2,7). Vida y respiración se identifican, «si ambas cosas pudieran suceder sin el alma, no sería propio del alma respirar, sino tan sólo vivir; pero, sin embargo, vivir es respirar y respirar es vivir, luego todo esto, no sólo su respirar, sino también su vivir es propio de aquella que también tiene como característica vivir, o sea, del alma» (X, 7). Ahora bien, los animales, tienen alma, pero viven sin cerebro y sin corazón (XV, 6). Por el contrario, los hombres poseen funciones vitales, luego tienen alma, pero además esta es espíritu, en cuanto conciencia de ser entidades éticas e intelectivas: «porque en primer lugar fue concedida el alma, es decir, el soplo, al pueblo que está en la tierra (populo in terra incedenti – de incedo, andar, llegar, apoderarse de), esto es, en la carne, viviendo carnalmente, después el espíritu a los que pisan la tierra (postea spiritus eis qui terram calcant – de calco, pisotear, despreciar), esto es, a los que subyugan las obras de la carne, pues el Apóstol, afirma que no fue primero lo espiritual, sino lo que es animal, luego lo espiritual» (XI, 3). La primera función del alma es dar la vida, como hecho biológico, y posteriormente en su desarrollo irán apareciendo las demás funciones intelectivas y de conciencia. Por otro lado, es de destacar que el alma para Tertuliano es corpórea y se transmite junto con el cuerpo del padre al hijo a través de la generación (traduccionismo).

¿Qué ocurre en el momento del nacimiento, una vez «soplada» el alma? Tertuliano toma textos de Jeremías y del Génesis: «antes de que te formara en el vientre, te conocía [Jr. 1,5]. Si dios da la forma en el vientre e infunde el soplo desde la forma originaria (si fingit deus in utero, et afflat ex primordii forma) : y modeló Dios al hombre, y sopló en él aliente de vida [Gn. 2,7]. No podría conocer Dios al hombre en el útero sino se hallara formado completamente (nec nosset autem hominem deus in utero nisi totum): y antes de que salieras del útero, te santifiqué [Jr. 1,5].» (XXVI, 5). Distingue entre forma primaria y forma acabada, a la una le da la vida y a la otra la reconoce como humana. Ni siquiera Dios puede reconocer al hombre sino está formado. No habla de algo no formado y formado, lo que será muy relevante a la hora de establecer la concepción posterior del aborto, por ejemplo en San Agustín o Santo Tomás, sino que lo que establece es la diferencia entre dos acciones divinas: dar la vida, conocerla y santificarla, la primera se realiza desde el mismo momento de la concepción, la segunda cuando está formado el cuerpo.

La vida no solo es decisión y acción divina sino que además la actividad de formar al hombre en el útero es tarea de los ángeles, en correspondencia con las divinidades paganas que según la mitología se encargaban de lo mismo (XXXVII, 1). A partir de ese principio se suceden dos procesos en paralelo, el del desarrollo del alma y del cuerpo. Este sigue su ritmo biológico desde la forma primaria a la forma completa: «De ello se concluye con toda seguridad que el feto en el útero es ser humano desde el momento en que la forma se completa (ex eo igitur fetus in utero homo, a quo forma completa est), pues también la ley de Moisés condena al reo de aborto al talión, dado que es ya causa del ser humano desde el momento en que entonces se le atribuye a aquel la condición de vivo o muerto,….; aun viviendo todavía en la madre comparte con ella especialmente su suerte (nam et Mosei lex tunc aborsus reum talionibus iudicat, cum iam hominis est causa, cum iam illi uitae et mortis status deputatur…, etsi adhuc in matre uiuendo cum matre plurimum communicat sortem)» (XXXVII, 2).

Antes de completar su forma corporal el feto no es ser humano, únicamente es un ser vivo en cuanto que posee alma, identificada con la vida. Para argumentarlo Tertuliano lee la ley de Moisés (Ex. 21, 22-23), donde se dice en el primer versículo que si un hombre hiere a una mujer embarazada y le provoca un aborto, resarcirá el daño, y en el segundo, que si es la mujer quien muere, entonces pagará vida por vida. El talión solo se aplica sobre la muerte de la mujer y no cuando se produce la del feto únicamente. Pero su lectura es sesgada, pues evita el primer versículo. Lo que Tertuliano solo ve es que si muere la madre embarazada también lo hará el feto, ya que este es causa del ser humano desde el momento en el que se puede afirmar que está vivo o muerto.

La unión del feto y la madre es completa. Ambos se influyen mutuamente. La vida de uno depende de la del otro. Si el feto se mueve «tenéis la confianza de que el niño vive y juega; si llega a faltar su movimiento, teméis, en primer lugar, por él;… él en verdad participa hasta de vuestros rasguños, con los que también él mismo queda marcado en idénticos miembros, arrostrando para sí las lesiones de la madre» (XXV,3). Pero qué ocurre cuando el feto está muerto. Tertuliano deja entrever que es necesario asesinar al feto para salvar a la madre, para no cometer matricidio. «Si la lividez y el rubor es una perturbación que tiene su origen en la sangre, sin alma no existirá sangre; si cualquier enfermedad es un ataque, sin alma no existirá la salud; si la nutrición, el hambre, el crecimiento, la merma, el pavor, el afecto, es incumbencia del alma vivirá quien cumpla estas cosas. Así deja de vivir quien deja de cumplir esto. Del mismo modo también los fetos muertos se conciben, mas ¿de qué otra manera sino como los vivos? ¿Quiénes están muertos sino los que antes estaban vivos? También en el mismo vientre el infante es asesinado con ineludible crueldad, cuando en la salida, oblicuo, no permite el parto; y si no muere, será asesino de su madre (Atquin et in ipso adhuc utero infans trucidatur necessaria crudelitate, cum in exitu obliquatus denegat partum, matricida, ni moriturus)» (XXV, 4). Lo que aquí hace es abrir las puertas al feticidio, con el fin de no causar un matricidio, por lo que antepone la vida de la madre a la del niño.

En resumen, desde el primer momento en el proceso de la concepción lo que hay es un soplo del espíritu de Dios, que insuflará el alma, que a su vez, será la que dotará al feto de las funciones elementales para su desarrollo. Evidentemente el aborto no es posible dado que sería contravenir una decisión y un acto creador de Dios. La vida viene de un afuera divino, no pertenece al cuerpo. Ahora bien, si esto es un pecado contra Dios, homicidio solo hay cuando está formado el cuerpo, un pecado contra el hombre. Se distinguen dos tipos de «vida»: la originaria, sin forma humana, y la del cuerpo formado, propia de lo que es conocido, incluso por Dios, como ser humano.

Este hecho será muy importante para la evolución del concepto de aborto en el seno de la iglesia. La cuestión debatida que él introduce, será si efectivamente el aborto puede ser calificado como homicidio independientemente de la etapa de desarrollo del feto, o bien si se ha de diferenciar entre el momento original y aquel en que es conocido ya por Dios o está formado. Tertuliano efectúa esa diferencia, señalando el aborto como algo no permitido en cualquier momento, aunque no especifica qué tipo de castigo corresponde a cada una de ellas. Para Tertuliano el alma es un todo sustancial que evoluciona junto con el cuer po y la educación: «todas las cosas naturales del alma están contenidas en su misma sustancia (omnia naturalia animae ipsi substantiae inesse)… evolucionan paulatinamente a través de las etapas de la edad y se abren paso entre los accidentes a partir de la técnica (sed paulatim per aetatis spatia procedere et uarie per accidentia euadere pro artibus), la educación, del lugar, de los factores dominantes (pro institutis, pro locis, pro dominatricibus potestatibus)» (XXXVIII,1). No existen los distintos tipos de alma que más tarde veremos en Santo Tomás, con sus diferentes funciones, sino que se trata de una sustancia que únicamente varía su fuerza . Esa variación no implica para Tertuliano una diferente consideración penal para el tema del aborto, mientras que sí lo será para otros teólogos cristianos. Tertuliano no le concede al feto capacidad intelectiva, pues únicamente una vez nacido tendrá capacidad de pensar (XIX, 4), el primer llanto «es la unión de las primeras impresiones de los sentidos, y de los primeros impulsos intelectuales que recibe» (XIX, 7). La vida del feto es meramente biológica y, como he señalado, dividida en dos etapas, según esté o no formado su cuerpo.

Bibliografía

Tertuliano. Apologético. A los gentiles. Introducción, traducción y notas de Carmen Castillo García, Madrid, Gredos, 2001. - Acerca del alma. Edición de J. Javier Ramos. Madrid, Akal, 2001. http://www.tertullian.org/. The Tertullian Project. A collection of material ancient and modern about the ancient Christian Latin writer Tertullian and his writings.













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