domingo, 7 de abril de 2013

Escracheres y violencias o una nueva democracia

Dos violencias que nadie detiene. El escracher puede ser llamado terrorismo, pero también existe el terrorismo de Estado. Si utilizamos la desmesura semántica para unos ¿por qué no también para los otros? No me gusta la violencia callejera ni la institucional. La una se ejerce desde la desesperación y la otra desde el poder ciego y sordo. Los desahucios, el paro, las preferentes, los pelotazos urbanísticos … no pueden ser interpretados desde un único punto de vista. Las violencias se ejercen o bien con el grito o con la pasividad del que legisla. Mientras los medios de comunicación discuten cómo denominar a este fenómeno o lo ubican en el nazismo o en la revolución, la gente se ubica en la calle que parece ser es el único lugar dónde lo que se dice se escucha. El problema reside en cómo una democracia puede dejar en manos de la calle lo que debería vehicularse a través del diálogo y el voto. Sucederá algo grave y nos lamentaremos. Hoy he leído en la página web de la Plataforma ¡En Pie!, la convocatoria para llevar a cabo una acción de rodeo del Congreso para el 25 de abril, “una acción principal de asedio constante, hasta forzar la dimisión del gobierno, la disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado, y el inicio de un proceso de transición hacia un nuevo modelo de organización política, económica y social verdaderamente justo y solidario, liderado por el pueblo”. Una convocatoria que pone los pelos de punta, que suena a un revolucionarismo decimonónico. Suena a un grupo minoritario anclado en un lenguaje que a nadie puede convencer en pleno siglo XXI. El problema es que nuestro Estado también está estancado y que además según los últimos datos rozamos los once millones de personas en situación de pobreza o muy cerca de ella. Y ambas violencias enfrentadas… Un parlamento de burócratas sumidos en el silencio o la indiferencia o el seguidismo de los lobbies y los poderes financieros ¿podrá entender los movimientos ciudadanos como formas de expresión que exigen nuevos cauces democráticos o bien se limitarán a tacharlas de algaradas pseudoterroristas? Ninguna reforma estructural se ha llevado a cabo. Ni un cambio profundo e igualitario del sistema fiscal, ni la reforma de la ley electoral, ni acaba de llegar la reforma de la ley hipotecaria, ni la de la estructura territorial del Estado, ni la democratización interna de los partidos… La democracia necesita reinventarse cambiando el concepto de político y el de ciudadano. Desprofesionalizando uno y «profesionalizando» el otro. La democracia debe basarse en un ciudadano participativo y responsable, y para ello se han de facilitar los medios necesarios para que su opinión sea consultada más a menudo (internet lo permitiría), y los partidos deberían estar obligados a realizar primarias y a la constante rotación de sus puestos tanto en la administración como en las ejecutivas. Una democracia dinámica donde las relaciones entre las instituciones y el ciudadano sean más fluidas y abiertas, donde el político responda realmente ante el que representa.

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