Parece que vivimos en un momento en el que hay
quien se empeña en convertirnos en sujetos permanentemente tutelados por algún
poder ideológico que nos dicte los valores morales y políticos. Y ahora surge
desde el neofascismo la idea de la censura educativa, el llamado PIN parental
propuesto por VOX y apoyado por los partidos de derechas, que no es más que un
intento de retornar la educación al mundo franquista que parecía superado.
Y lo dicen en nombre de la libertad de la familia.
Porque según ellos es la familia la que mejor educa. En una sociedad
democrática estos neofascistas ven muy difícil poder imponer sus ideas por la
vía democrática, así que centran su atención en esa institución básica social a
la que quieren darle todo el poder para que se erija como reguladora de toda la
ideología social. Según esta estrategia que se está generalizando, los padres/madres
son los que deben determinar si sus descendientes estudian religión católica o
no; deben elegir qué contenidos deben impartirse en los contenidos
complementarios; deben determinar qué idioma vehicular se utiliza en la
enseñanza (así pasa en la Comunidad Valenciana, donde la derecha esgrime este
derecho para marginar la lengua valenciana en favor del castellano); deben
elegir el tipo de comida que se ofrece en el comedor escolar en función de sus
creencias religiosas y no según la
dietética científica; igualmente exigen que sus hijas puedan llevar a la
escuela el velo. Religión y neofascismo se coaligan para controlar lo que se
debe enseñar, para que no pueda ir en contra de su propio pensamiento. Mientras
la sociedad se seculariza y se abre a la pluralidad, estos grupos intentan
hacer de la escuela el lugar para conseguir nuevos prosélitos.
No quiero elegir la educación de mis hijos/as. Que
los padres/madres elijamos el tipo de educación no es una medida que facilite
la libertad, sino que restringe la posibilidad de que aquellos puedan
aprehender el mundo en toda su complejidad y diferencia. Nuestros hijos/as no
son marionetas en nuestras manos, sino sujetos que se deben construir en base a
sus propias decisiones y su propia capacidad de elección. Eso es lo que debe
hacer la escuela y la familia, facilitar los medios intelectuales y de
conocimiento para que cada individuo sea lo que desee ser, lo que libremente
escoja ser, tanto si acoge la ideología de sus padres/madres como si la niega.
Y es en el concepto de familia patriarcal donde
surge esta concepción de la escuela como institución subordinada a la decisión
paternal. Y digo paternal porque ¿qué sucedería en familias donde la madre y el
padre no comparten la misma religión o ideología política? ¿Quién decidiría qué
actividades hace su hijo? Pensar que en el seno familiar las relaciones son de propiedad
nos lleva a entender por qué existe esa lacra que es el maltrato de las
mujeres. Porque hay hombres que las consideran de su propiedad y que no están
dispuestos a cederlas a otro, y por eso las matan cuando aquellas consiguen la
libertad. Ese sentido patrimonial del grupo familiar centrado en la figura del pater
familias nos retrotrae a un mundo que deberíamos haber superado. La familia
es un sistema de sujetos libres y autónomos, e incluso los hijos/as deben ser
entendidos de esta forma y potenciar su personalidad libre.
No quiero ser un sacerdote para mis hijos/as, sino
un educador que se presenta a sí mismo como un modelo más entre otros muchos. No
pretendo como padre establecer unos dogmas ideológicos de obligatorio cumplimiento
en mi familia. Yo guiaré mi conducta a través de mis propios criterios morales,
pero mis hijos/as deben aprender a compararlos con los de los demás. Nuestros descendientes
no son marionetas que deban vivir protegidos en un sistema unificado de
doctrinas escuela-familia, sino seres que viven inmersos en la pluralidad,
desde la cual deben, de una forma lo más autónoma posible, construir su propio
mundo moral e ideológico. La familia debe procurar facilitarles los medios en
esa tarea, no negárselos. La familia no debe reproducir los sistemas de
convivencia propios de una iglesia, sino de una comunidad respetuosa con cada
uno de los individuos que la integran.
Prefiero una única escuela pública que ofrezca la
pluralidad del mundo, y no muchas escuelas cada una de ellas con un ideario
diferente. Así no se facilita la formación de personalidades autónomas, sino la
persistencia de los pensamientos sectarios de cada grupo ideológico que
pretende tener sus propios centros de adoctrinamiento o escuelas.
Ni los nuevos pensamientos neofascistas ni las
religiones están dispuestas a permitir la diversidad de pensamiento ni la
construcción autónoma de la persona. Lo vemos constantemente cuando quieren que
se legisle de acuerdo con sus ideas en temas como el aborto o la eutanasia. El
nacionalcatolicismo de la derecha española revive continuamente y tendremos de
nuevo que volver a combatirlo.
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